Era joven entonces, se llamaba Francisco, no recuerdo el apellido;
qué más da: tenía nombre de héroe. Enseñaba Análisis de la Realidad Contemporánea;
estábamos en preparatoria.
Para muchas compañeras, Francisco era perfecto. No era
rostro de portada de revista pero cumplía con las muchas veces exigencia
femenina: masculinidad, inteligencia y sentido del humor.
No sé que se habrá sido de él. Era joven cuando enseñaba Realidad,
era joven cuando él era todo un sueño.